El reloj en la pared marcaba las diez y media cuando Logan, aún con la manta sobre las piernas y las ojeras de varios días de hospital reflejadas en el rostro, levantó la vista y se encontró con tres pares de ojos mirándolo fijamente desde el sofá contiguo.Sienna, con su conejo de peluche abrazado al pecho. Ethan, con las rodillas dobladas sobre el asiento y un lápiz en la mano, como si planeara algo. Dylan, con una libreta sobre las piernas, observando como si fuera un pequeño juez silencioso.—¿Por qué nos dejaste? —preguntó Ethan, sin rodeos, con esa brutal honestidad que solo los niños pueden tener.Logan parpadeó, tragando saliva. Era demasiado temprano para preguntas con peso de plomo.—No los dejé, campeón. No sabía que existían —respondió, con voz suave.—Pero ahora sí sabes —añadió Dylan, sin levantar la vista de su libreta—. ¿Y vas a quedarte?Sienna se inclinó hacia adelante, su vocecita apenas un susurro.—¿Y si te vuelves a ir? ¿Nos vas a extrañar?Logan sintió cómo el p
La sala del apartamento se convirtió en una zona de guerra de bloques de colores. Logan, sentado en una alfombra extendida frente al sofá, observaba con una sonrisa cómo Ethan y Dylan discutían apasionadamente sobre si un castillo debía tener foso o puente levadizo. Sienna, con su conejo de peluche apoyado sobre una torre tambaleante, aplaudía cada avance con entusiasmo.—Papá, esto se va a caer si Dylan sigue poniendo piezas sin preguntar —protestó Ethan, con el ceño fruncido.—No se va a caer. Lo reforcé con una base de tres niveles —respondió Dylan, con seriedad de ingeniero en miniatura.Logan, aún algo pálido pero visiblemente más animado, soltó una carcajada que le provocó un gesto de dolor.—Ustedes dos son como arquitectos en guerra. —Se inclinó hacia Sienna y susurró—. Menos mal que tú y el conejo somos la parte diplomática de este equipo.Sienna rió, cubriéndose la boca con las manos.—Mi conejo dice que los niños gritan mucho —comentó, con aire solemne.April, sentada en la
La sala de reuniones estaba cargada de una tensión sorda. El reloj marcaba las diez en punto cuando el delegado de Al-Fayed llegó, escoltado por su asistente y cargando una carpeta con el sello oficial del consorcio.Nathan Callahan ya estaba allí, con la mirada clavada en la ventana, las manos en los bolsillos y el gesto endurecido por días de insomnio y rencores mal digeridos. Axel Montgomery revisaba unos documentos con aire impaciente, sin sentarse, como si su cuerpo supiera que lo que venía no sería fácil de tragar.—Buenos días —saludó el delegado, colocando la carpeta sobre la mesa.—Vamos al grano —dijo Nathan, sin rodeos.El delegado asintió, tomó asiento y abrió el informe.—Tras el peritaje estructural independiente, se ha determinado que el colapso del ala este no fue producto de una falla en el diseño arquitectónico ni de un error de los obreros. La conclusión es clara: hubo una supervisión administrativa deficiente.—¿Y eso que implica? —preguntó Axel, sin perder la comp
La tarde caía con una tibieza extraña. April terminaba de lavar unas tazas en la cocina mientras Logan, aún adolorido, hojeaba un cuaderno de dibujos de los niños.Los pequeños se habían ido a dormir. La paz doméstica, frágil como una burbuja, se rompió en cuanto alguien golpeó la puerta con urgencia.April fue la primera en abrir. Axel Montgomery estaba del otro lado, con la frente sudada y una expresión que no auguraba buenas noticias.—¿Qué pasó? —preguntó ella al instante, sin darle tiempo a entrar.—Necesito hablar con los dos —dijo él, entrando ya sin esperar permiso. Tenía un sobre en la mano, arrugado por la fuerza con la que lo sujetaba.Logan, al oír la voz de su hermano, se puso de, caminó lento se apoyó en el marco de la pared.—¿Qué diablos es eso?Axel respiró hondo. Su mirada iba de uno a otro. Luego levantó el sobre.—El informe pericial del derrumbe.April se tensó. Las manos le temblaron sin que pudiera evitarlo.—¿Y… qué dice?—Te culpan a ti —soltó Axel sin rodeos
La palabra Positivo brilló con intensidad en la pequeña pantalla del test de embarazo, iluminando el rostro de April con una emoción indescriptible. Su corazón latía con fuerza, mientras sentía que su mundo entero cambiaría en un instante. Estaba embarazada.Las lágrimas brotaron en sus ojos, pero no de tristeza, sino de una felicidad absoluta. No podría haber mejor regalo para Logan que esa noticia. En apenas una semana celebrarían su primer aniversario de casados, y finalmente podría darle algo que ni siquiera él esperaba: sería padre.Se miró en el espejo del baño, acariciando su vientre aún plano. Su largo cabello castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su piel clara tenía un rubor especial por la emoción del momento. Sus ojos, de un verde brillante y expresivo, reflejaban el amor inmenso que sentía por su esposo.—Vamos a ser una familia de verdad —susurró, dejando escapar una sonrisa ilusionada.A pesar de que su matrimonio se mantenía en secreto, a pesar de que vivía
April no quería presentarse en la empresa.Desde que firmó los papeles del divorcio, su cuerpo y su mente se negaban a regresar a ese lugar donde había construido tantas ilusiones. No quería verlo. No quería recordar.Pero ahora tenía una razón más grande que su orgullo.Su bebé.No podía permitirse perder esa indemnización. Necesitaba ese dinero para empezar de nuevo, para asegurarse de que su hijo tuviera todo lo que necesitara.Así que, tragándose el dolor y con la dignidad hecha pedazos, se levantó esa mañana y se dirigió a Montgomery Enterprises.Cuando llegó a la oficina, el ambiente era el mismo de siempre: trabajadores apurados, llamadas constantes, la elegancia de los pasillos perfectamente decorados. Pero para ella, todo era diferente.Ahora ese lugar solo representaba traición.Trató de pasar desapercibida, pero las miradas la seguían. Sus compañeros la observaban con curiosidad, algunos con lástima. Claro había sido despedida sin contemplaciones luego de ser la mano derec
April nunca había necesitado tanto el dinero como ahora.Había creído que al dejar Empresas Montgomery, cerraría para siempre ese capítulo de su vida, pero ahora todo había cambiado.Esperaba trillizos.El simple pensamiento la aterraba. No solo debía empezar de cero, sino que ahora tenía tres vidas por las que luchar.Y no tenía nada.Por eso, después de cumplir con el reposo recomendado por los médicos, se armó de valor y regresó a la empresa. Solo quería recibir su liquidación y desaparecer.Ya no era la esposa secreta del futuro CEO.Ahora solo era la mujer que había sido desechada.Se dirigió directamente al departamento de Recursos Humanos, pero el encargado la miró con incomodidad.—Señorita Collins… la señora Montgomery quiere hablar con usted antes de que reciba su liquidación.April parpadeó sorprendida.Nunca se había reunido con esa supuesta suegra, incluso sus llamadas telefónicas eran escasas y, para su sorpresa, el primer encuentro fue también el último.Así que, con el
El autobús avanzaba por la carretera mientras April observaba el paisaje por la ventana. Los árboles y colinas pasaban ante su vista, pero su mente estaba en otro lugar.Se iba. Huyendo.Había pasado demasiado tiempo en esa ciudad, demasiado tiempo esperando un amor que solo le dejó cicatrices.Cuando firmó los papeles del divorcio, creyó que ese sería el peor dolor que sentiría. Pero no. Nada se comparaba con la humillación de ver a Logan comprometiéndose con otra mujer.El hombre que había sido su todo, el hombre que le había prometido amarla, el mismo que ahora la había abandonado como si nunca hubiera significado nada.Pero April no estaba sola. Llevaba tres vidas creciendo dentro de ella.Tres corazones latiendo en su interior.Se llevó una mano al vientre con ternura, sintiendo la curvatura que comenzaba a notarse. No podía fallarles.Al principio pensó en refugiarse en la casa de su padre. Pero April sabía que no era un lugar seguro.Margaret Montgomery había sido clara. Si se