Cap. 243: Una esposa fugitiva. Un abogado prohibido.
Cap. 54: Nunca. Eres mía, Aria Estrada.
Mientras en Nueva York el reloj avanzaba implacable, en algún punto desconocido del estado, un convoy blindado ingresaba por las rejas eléctricas de una mansión custodiada por hombres armados. El aire olía a humedad y a encierro, pese al lujo que rodeaba el lugar.
En el asiento trasero de uno de los vehículos, Nina abrazaba su peluche con fuerza, apretando los labios para no llorar. Una mujer desconocida la bajó del coche, tomándola de la mano con una amabilidad ensayada.
—Todo estará bien, cielo. Vamos a entrar. Solo necesitas descansar.
La niña no respondió.
Sus zapatos rozaban la alfombra roja del recibidor cuando vio a Richard Crowe.
Vestía un traje gris oscuro, elegante pero desordenado. Los ojos hundidos, inyectados en sangre, brillaban con una mezcla de triunfo y desequilibrio. Se puso de pie lentamente al verla entrar, como si se tratara de un trofeo que no pensó recuperar.
—Hola, princesa —dijo con una sonrisa torcida, agachándose a su