Cap. 232: Una esposa fugitiva. Un abogado prohibido.
Cap. 43: ¡Digan la verdad!
La puerta se abrió con un golpe seco. Ignacio Estrada apareció en el umbral, con el ceño fruncido y la voz áspera.
—¿Ustedes quiénes son? ¿Cómo se atreven a entrar así a mi casa?
Aria dio un paso al frente, el corazón le golpeaba en las costillas. Su voz salió firme, aunque por dentro temblaba.
—Entro a esta casa porque también es mía… ¿no me reconoces, Ignacio Estrada?
El hombre parpadeó, desconcertado. Se acomodó los lentes y la observó de arriba abajo, como si buscara algo familiar en aquel rostro.
—No sé quién eres.
Aria sintió un nudo de rabia y dolor subirle por la garganta, pero no desvió la mirada.
—Soy tu hija Aria. La que vendiste como si fuera ganado.
El gesto de Ignacio se endureció, aunque una chispa de nervios brilló en sus ojos.
—Qué tonterías hablas. Además, mi hija no tenía ese color de cabello igual a las mujerzuelas que trabajan en el bar del pueblo, ni esos ojos claros.
Aria apretó la mandíbula.
—Tuve que cambiar mi imagen para sobrevivir