Un sentimiento avasallador impactó el pecho de Christopher. Su corazón se aceleró tanto que casi podía oírlo y sus ojos se cristalizaron.
—¿Un hijo? ¿Un hijo mío y de Alisson? —se preguntó a sí mismo, sin poder creerlo.
Hacía más de un mes que había cambiado las pastillas anticonceptivas por vitaminas, pero no podía creer que Alisson estuviera embarazada tan pronto.
«Pero no entiendo, hace unos días ella me dijo que tenía la menstruación. ¿Me mintió para no estar conmigo? ¿Me engañó todo este tiempo y no me dijo que estaba embarazada?»
Pensó, recordando las palabras exactas que Alisson había pronunciado cuando estaban a punto de hacer el amor.
—Eso no es todo, señor. La señora Langley también ha estado viendo a un hombre —dijo el detective, sacando unas fotografías de su portafolio.
—¿Un hombre? —gruñó Christopher, con los dientes apretados.
—Michael Miller, el dueño de Lujuria. Primero se subió a su auto saliendo de esta empresa y luego él fue a buscarla a la clínica.
Las pala