La camisa negra se adhiere a mi piel gracias al sudor que me comienza a recorrer el cuerpo. Me siento en la mesa de madera oscura y cruzo mis brazos intentando relajarme. Pero es evidente que mi presencia causa malestares en todos. Sobre todo en Michael Miller y su padre que me miran con ganas de querer asesinarme.
«No me inmuto»
Ellos saben que tienen a cuatro personas que me pertenecen y tendrán que acostumbrarse a verme seguido por lo menos hasta que los recupere.
—¿Quieres limonada? —me pregunta Mía mientras me entrega su vaso de jugo.
Llevo el cristal a mis labios y le doy un sorbo. Él sabor refrescante se mete por mi paladar dándome una calma que hace tiempo no sentía; tiene el dulzor perfecto, al igual que la cantidad exacta de limones.
—Acaso… ¿Este jugo lo hiciste tú? —le pregunto a Alisson quien enseguida me mira por unos segundos sin responder.
—Sí hijo, Eli preparó toda la comida —dice mi tía y casi me atraganto a comer todo lo que hay en la mesa.
Me sirvo ensalada,