El bullicio se volvió un susurro eléctrico cuando Ryan se abrió paso entre los invitados. Iba impecablemente vestido, pero lo que realmente llamó la atención no fue su elegancia habitual, sino la mujer que lo acompañaba: Adrienne Marchand. Alta, delgada, de belleza glacial y porte arrogante, caminaba a su lado como si fuera la dueña del lugar.
Todos los ojos se giraron hacia ellos. Julie sintió que el suelo bajo sus pies se desmoronaba. Un nudo invisible le apretó la garganta. La copa de vino tembló en su mano. La respiración se le entrecortó como si alguien hubiese oprimido su pecho con fuerza. Alisson la miró de reojo, pero no dijo nada.
Ryan se detuvo frente a ellas con una media sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Alisson —saludó primero—. Julie —su voz se endureció ligeramente al pronunciar su nombre. Luego giró hacia la mujer a su lado—. Les presento a Adrienne Marchand, mi prometida.
Adrienne extendió la mano con desgano, sin una sonrisa. Pero al escuchar el nombre de Julie, su