Amelia llegó a la suite donde se encontraba Marino. Él la estaba esperando en la sala, se veía algo ansioso y para nada parecía un tipo imponente.
Ella tenía el semblante serio, aunque no parecía enojada, sino que más bien se notaba triste.
—Aquí estoy. —Él sonrió y la miraba con ojos curiosos.
Despacio la rodeó observando su apariencia física.
Dio la vuelta alrededor de ella, luego paró a su lado.
—Ahora que sé la verdad, logro ver la diferencia que hay entre ambas, aunque son más las similitudes; es innegable que usted es más linda, con modales más delicados; y su rostro —Le tocó la mejilla, ella intentó evadirlo, pero él no la dejó—. Tus facciones son dulces, angelicales.
Amelia solo deseaba no estar ahí, odiaba que ese hombre la mirara, y peor a