Amelia quiso visitar a Rosalía al hospital ese mismo día. Cuando llegó donde ella estaba, Rosalía tenía yesos en sus brazos y en una pierna. En ese momento se encontraba sola, su madre y dos tías que estaban pendientes de ella bajaron a la cafetería. Rosalía estaba cabizbaja, y se sorprendió un poco al ver a Amelia. Se miraron a los ojos.
—No esperaba verte llegar.
—¿Cómo estás?
—Fatal.
—Siento mucho lo de tu embarazo.
Rosalía volteó levemente su cara hacia otro lado y no respondió nada al respecto. Estaba triste, a la vez avergonzada. Amelia agregó:
—Mi tía me contó que Mario era su padre.
—Supongo que debes estar muy enojada por eso.
—No.
—Es tu esposo al fin y al cabo.
—Él no me importa, pero tampoco me gustaría que siguieras con él después de lo que te hizo, casi te mata, y mató a su propio hijo antes que naciera… Mario es una mala persona.
—Siempre les dije a ti y a Pedro quién era Mario en realidad, y no me creyeron; claro, delante de ti y de tu papá mostraba una cara, y delan