Ciertamente, no pude dormir debido a los nervios, en algún momento los ojos se me cerraron y dormité unos minutos, pero entonces me despertó la llamada de la abogada.
—¡Eloísa! Es urgente —su tono apremiante aceleró mi corazón—. ¿Alguien se ha comunicado contigo?
—No, ¿te refieres a que me llamaran?
—Escucha, la fiscalía tiene un testigo, apenas hoy lo hicieron público, pero no quieren revelar la identidad —de fondo escuché voces—. Estamos haciendo todo lo posible, pero si alguien se puso en contacto contigo, un conocido te habló, tal vez alguna amenaza.
Recordé de golpe las dos apariciones del asesino de mamá durante mi luna de miel, no solo me amenazó, si no me atacó.
—El que mató a mi mamá —algo de vidrio se rompió al otro lado de la línea—. En Mónaco trató de… Me atacó.
—No, él no podría ser testigo, dudo que la fiscalía quisiera llegar a un acuerdo con él, lo están buscando.
Su afirmación logró tranquilizarme.
—Seguiremos trabajando —teléfonos que nadie contestaba sonaban—. Nos