—¿No hay forma de cambiarlo?
Miranda negó.
—¿No es mejor? —cuestioné, intrigada—. Así se adelanta todo.
—Teníamos planeado para ti un circuito de participación en eventos de caridad —se sobó las sienes—. Necesitamos que te veas como una mujer abnegada, apegada a los valores familiares y humilde. No una niña caprichosa que fue malcriada toda su vida.
—Nadie empatiza con los ricos privilegiados.
No supe como responder. Tenían un punto, pero también había que confiar en la justicia, yo era inocente y todas las pruebas señalaban a mamá.
—Pero los abogados dicen que el caso se inclina a mi favor, yo…
—Tu madre te metió en un aprieto, por desgracia no está aquí para echarse la culpa y salvarte.
Generalmente, cuando mi padre le tiraba a mi mamá, salía a defenderla capa y espada, pero no encuentro forma de defenderla cuando me metió en serios problemas. Estaba enojada, la odiaba, sí, era eso, la odiaba y no quería hacerlo porque estaba muerta, necesitaba verla, reclamarle, exigirle respuestas