Emerson se quedó perplejo, observó a Anya, no había un atisbo de piedad en su rostro.
ÈL adoptó la misma actitud.
Bianca supo entonces que no iba a conseguir nada, se levantó del suelo, miró herida a Emerson, que no movió ni un solo músculo, solo la miraba con ojos firmes.
Ella salió corriendo, aun llorando.
Anya esbozó una sonrisa.
—Señora, lo lamento, hay mujeres hechas de palabras rotas, sigan jugando, por favor —sentenció.
Dio la vuelta, saliendo del lugar y Emerson fue detrás de ella, tomó su brazo.
—Anya, ¿Por qué tenías que ser tan cruel?
Anya le miró con rabia por lo que dijo.
—¿Y por qué te importa? Si tanto te duele que haya ofendido a tu exesposa infiel, ve con ella, ve y consuélala, ¡anda, y ve! —exclamó rabiosa
—Pero ¿Qué dices? ¿Cómo te atreves a hablarme así, acaso no sabes quién soy?
—¿Y quién eres? —exclamó enfrentándolo—. ¿Mi hermanastro al que le debo respeto? —espetó
ÈL la tomó del brazo, la acercó a él.
—No, soy tu esposo y me debes respeto.
Ella se s