La mañana llegó con una luz suave que se colaba por los ventanales del apartamento. El cielo estaba despejado, con ese tono azul pálido que aparece justo después del amanecer. Axel ya estaba despierto desde hacía horas. Había dormido poco, inquieto, con la mente llena de pensamientos sobre Carolina… sobre lo que vendría después.
Se asomó a la habitación donde dormía Diana y la encontró acurrucada con su peluche, la expresión tranquila. Por un momento, se permitió sonreír. Luego se acercó, se sentó en el borde de la cama y le acarició suavemente la mejilla.
—Princesa… es hora de levantarse —susurró con cariño—. Vamos a ver a mamá.
Diana se removió un poco, abrió los ojos lentamente, y al escuchar las palabras de su padre, se incorporó de golpe.
—¿En serio? —preguntó, ya completamente despierta.
—Sí. Ya es de día, y el doctor dijo que podríamos verla hoy.
Diana saltó de la cama y corrió al baño para lavarse la cara. En pocos minutos, ya estaba vestida, peinada y con su peluche bajo el b