Eliot y Carolina salieron juntos de la casa. Él le abrió la puerta del auto sin decir mucho, y ella subió con el mismo silencio. El trayecto fue corto, pero la tensión entre ellos era evidente. Eliot conducía con gesto serio, mientras Carolina se limitaba a mirar por la ventana, evitando cualquier conversación. Sabía que lo que le esperaba en la mansión del abuelo Cedric no sería fácil de manejar. Al llegar, el ambiente era tan solemne como siempre. La casa, imponente y pulcra, estaba llena de luces, sirvientes y familiares esparcidos en el salón principal. Apenas cruzaron la entrada, varios rostros se giraron para mirarlos. Algunos con curiosidad, otros con desagrado. Amanda, de pie junto a uno de los ventanales, les dirigió una mirada gélida. Sus ojos se posaron especialmente en Carolina, como si verla ahí fuera un insulto. Tatiana, sentada en uno de los sofás, sonrió con esa expresión que no dejaba lugar a dudas: estaba disfrutando el momento. Axel no estaba. Carolina respir
Amanda se puso de pie de golpe, visiblemente alterada. Caminó con pasos decididos hasta quedar frente a Axel, sus ojos llenos de confusión y rabia. Lo miró como si no pudiera reconocerlo.—Axel… explícame esto. ¿Qué significa esto? ¿Esa niña es tu hija? —preguntó, con la voz temblorosa y cargada de reproche—. ¿Cómo es posible? ¡Si tú mismo dejaste que ese hombre golpeara a Carolina cuando estaba embarazada! ¡Tú lo permitiste! ¡Frente a ti! ¡Para que perdiera al bebé!El silencio en la sala se volvió insoportable. Carolina sintió cómo el aire le quemaba los pulmones. La mirada de todos se posó sobre Axel, esperando su reacción.Él se mantuvo quieto por un segundo, y luego alzó la voz, firme pero serena.—Madre… ya cállate —dijo, cortante—. Mi hija está aquí. Puede escucharte.Amanda abrió la boca, pero no pudo replicar. Axel bajó la vista por un momento, respiró hondo y luego levantó la cabeza con una seriedad que heló la sangre de los presentes.—Sí. Lo hice. La dejé. Permití que la l
El pasillo del hospital estaba impregnado con ese olor a desinfectante que se quedaba pegado en la piel, mezclado con la tensión de los que esperan noticias. Diana, sentada en una silla demasiado grande para su cuerpecito, abrazaba un peluche con fuerza mientras miraba a su alrededor con los ojos aún enrojecidos de tanto llorar.Axel caminaba de un lado a otro, sin apartarse de la puerta de urgencias. Su mandíbula estaba tensa, el ceño fruncido, pero en su mirada se notaba algo distinto. Culpa. Miedo. Y rabia, una rabia que apenas lograba contener.Eliot, por su parte, no se quedó atrás. Iba de un lado a otro del pasillo, hecho un manojo de nervios. Su rostro estaba desencajado, el labio inferior temblándole de impotencia. De repente, se detuvo frente a Axel, los ojos llenos de furia.—Esto es por tu culpa —le espetó, con voz grave—. Juro que si a mi esposa le sucede algo, vas a pagar por esto, Axel. No me importa que seas mi hermano.Esa última palabra —esposa— retumbó en los oídos d
La mañana llegó con una luz suave que se colaba por los ventanales del apartamento. El cielo estaba despejado, con ese tono azul pálido que aparece justo después del amanecer. Axel ya estaba despierto desde hacía horas. Había dormido poco, inquieto, con la mente llena de pensamientos sobre Carolina… sobre lo que vendría después.Se asomó a la habitación donde dormía Diana y la encontró acurrucada con su peluche, la expresión tranquila. Por un momento, se permitió sonreír. Luego se acercó, se sentó en el borde de la cama y le acarició suavemente la mejilla.—Princesa… es hora de levantarse —susurró con cariño—. Vamos a ver a mamá.Diana se removió un poco, abrió los ojos lentamente, y al escuchar las palabras de su padre, se incorporó de golpe.—¿En serio? —preguntó, ya completamente despierta.—Sí. Ya es de día, y el doctor dijo que podríamos verla hoy.Diana saltó de la cama y corrió al baño para lavarse la cara. En pocos minutos, ya estaba vestida, peinada y con su peluche bajo el b
POV : Tatiana No podía respirar. Caminaba de un lado a otro por la sala de la casa de Amanda, como una fiera enjaulada. Sentía el pecho ardiéndome, como si me estuviera quemando desde adentro. Las manos me temblaban, los pensamientos me rebotaban en la cabeza sin darme tregua. No había dormido nada. No podía. ¿Cómo hacerlo después de lo que descubrí?Axel… Axel tiene una hija.Con ella.—¿Podrías calmarte, Tatiana? Me estás mareando —dijo Amanda desde el sillón, con esa calma suya que a veces me enferma.Me detuve en seco y la miré con furia. ¿Calmarme? ¿En serio?—¿Señora Amanda, cómo espera que lo haga? —solté, sintiendo cómo la rabia me iba ahogando—. ¡Ahora resulta que Axel tiene una hija con esa maldita piojosa! ¡Esa desgraciada siempre ha estado a un paso por delante de mí! Yo… yo pensé que por fin me había deshecho de ella. ¡Creí que estaba fuera de nuestras vidas despues de casarse con Eliot pero no !Esa mujer es como una maldita cucaracha que todo contamina dificil de mat
POV : Tercera persona Carolina sostuvo con fuerza el pequeño cuerpo de su hija, sintiendo cómo el calor de Diana le devolvía un poco de vida. La abrazó con cuidado, enterrando el rostro en su cabello suave, dejando que su perfume infantil, mezcla de jabón y dulces, la envolviera. Por un instante, se sintió segura. Completa.Diana levantó la mirada, con sus grandes ojos brillando de emoción.—Mami… —dijo en voz bajita— quiero que estés conmigo desde ahora. Siempre. Perdona a papá… él te ama mucho. Si te hizo daño, yo sé que está muy arrepentido.Carolina se quedó inmóvil por unos segundos, aún con los brazos alrededor de su hija. Su mirada se perdió en el vacío, mientras sentía el corazón apretarse con fuerza. No respondió. No podía. Las palabras de Diana le dolían, le pesaban, como si la estuvieran rompiendo por dentro. Sabía que su hija solo quería paz. Amor. Una familia. Pero… ¿era tan fácil como perdonar?Antes de que pudiera decir algo, la puerta se abrió y Axel entró en la habit
Eliot se quedó helado al escuchar las palabras de Carolina. Durante un segundo, pensó que había entendido mal, que quizá su mente confundida por la desesperación le había jugado una mala pasada. Pero no… ella lo había dicho con claridad. Con firmeza. Pidiendo el divorcio. Su corazón se comprimió en un puño.—¿Qué dijiste…? —murmuró, su voz apenas un susurro.Carolina lo miró con los ojos hinchados por el llanto, su rostro pálido y tembloroso. Todavía sostenía su camisa con manos débiles, pero en su mirada había una determinación que Eliot no había visto nunca antes.—Debemos divorciarnos, Eliot… por favor —repitió, con la voz entrecortada—. Es la única manera. Axel me advirtió que si no lo hago, se llevará a Diana… y no la volveré a ver.Eliot dio un paso atrás, apartándose de sus manos como si le quemaran la piel.—¿Estás loca? —espetó, sin poder ocultar el temblor en su voz—. ¿Acaso vas a hacer lo que Axel quiere? ¡No, Carolina! ¡No puedes cederle así! Eso es exactamente lo que él b
Carolina no supo cuánto tiempo pasó en el suelo frío del hospital. Estaba acurrucada contra la pared, con los brazos rodeando sus piernas y la frente apoyada sobre las rodillas. Lloró en silencio, dejando que las lágrimas corrieran por su rostro sin preocuparse por secarlas. Nadie entró. Nadie la vio. Y, de alguna forma, eso era lo que necesitaba: estar sola.El eco del portazo de Eliot aún resonaba en su pecho. Pero más fuerte que eso… era la voz de Diana en su cabeza, la imagen de su hija , la posibilidad de volver a abrazarla. No podía esperar más. No podía quedarse quieta, paralizada por el miedo o por el dolor. Tenía que actuar. Tenía que hacerlo por su hija.Respiró hondo. Una, dos, tres veces.Entonces se levantó.Sus piernas temblaron al principio, pero no se permitió caer. Caminó hasta el armario, sacó lo primero que encontró: unos jeans, una camiseta sencilla y un abrigo. Se vistió con manos temblorosas, secándose las lágrimas con la manga. Miró la puerta… y salió. Caminó po