La esposa mimada del Sr. Arciniega
La esposa mimada del Sr. Arciniega
Por: Lola
Capítulo 1 - Sorprendidos
Ciudad Jacaranda, en pleno otoño. Adelina Mendívil, recién salida del avión, tomó su equipaje y avanzó por la terminal del aeropuerto. Al cruzar las puertas, inhaló profundamente, llenándose los pulmones con esa sensación tan conocida que llevaba tanto tiempo sin experimentar.

Había pasado un año entero representando a su compañía en el extranjero, capacitándose y trabajando sin descanso. Ahora, por fin, estaba de regreso.

Dentro de unos días se cumplirían tres años desde que comenzó a salir con Nicanor Arciniega. Todo su esfuerzo, su dedicación sin límite de horario, habían sido para poder regresar antes de tiempo y sorprenderlo en su aniversario. La ilusión de verlo, de notar el asombro en sus ojos, hacía que su corazón palpitara con emoción.

Tomó un taxi y se fue directo a la empresa de Nicanor. Apenas cruzó la puerta principal, Marta, la recepcionista, la miró con incredulidad.

—¿Directora Mendívil? ¿Regresó? ¿Vino, especialmente, para la boda del CEO? —soltó con voz temblorosa.

Adelina frunció el ceño, sin comprender una palabra de lo que Marta estaba diciendo.

—¿La boda del CEO? Marta, ¿de qué estás hablando?

—De la fiesta de compromiso del señor Nicanor Arciniega... con su hermana, la señorita Eulalia Mendívil —respondió Marta, casi tragándose las palabras, consciente de que había dicho algo que no debía.

—¿Qué dijiste? —exclamó Adelina, incrédula—: ¿La fiesta de compromiso de quién?

Marta, nerviosa, intentó mantener la compostura.

—D-Del CEO… con su hermana Eulalia…

Adelina sintió que la cabeza le daba vueltas. Sin decir más, giró sobre sus talones y se apresuró a salir, llamando al taxi que aún no se había marchado.

—¡Por favor, lléveme al Hotel Amapolas Reales! —ordenó con la voz tensa.

Adelina se bajó del taxi frente al Hotel Amapolas Reales y, sin entrar siquiera, divisó la imagen gigante que había en el vestíbulo:

Nicanor rodeaba la cintura de Eulalia con su brazo, mientras se miraban con la calidez que solo se ve en las parejas enamoradas.

En el trayecto hasta allí, Adelina se había repetido a sí misma que todo debía ser un malentendido. Nicanor era su novio, ¿cómo iba a comprometerse con Eulalia? Pero la realidad que tuvo al frente era tan contundente, que era innegable.

Con pasos firmes, Adelina entró al salón principal. Apenas puso un pie adentro, lo vio: Nicanor, inclinándose, le hablaba a Eulalia en el oído y ella enrojecía oyendo las cosas que Nicanor le susurraba. Aquella escena se clavó como un puñal en el pecho de Adelina.

¡Qué absurdo! Su novio de tres años, el hombre por el que regresó para celebrar juntos su tercer aniversario, se comprometía con su propia hermana mientras ella estaba fuera. Los miró furiosa.

Eulalia y Nicanor brindaban con los invitados cuando, de reojo, Eulalia notó la presencia de Adelina y enseguida palideció, aferrándose con fuerza al brazo de Nicanor. Él también la vio llegar y tras un atisbo de desconcierto, se acercó a ella.

—Adelina —dijo con voz suave—, ¿vienes a acompañarnos en nuestra fiesta de compromiso?

La voz siempre calmada y afectuosa de Nicanor, esta vez le sonó como dardos envenados, y apretando los dientes masculló:

—¿Su fiesta de compromiso? Nicanor, ¿tienes idea de lo que estás haciendo? ¿Y tú, Eulalia? ¿De verdad estabas tan desesperada por un hombre? ¡Sabías perfectamente que Nicanor era mi novio, y aun así…!

—¡Insolente! —¡Paff! Resonó la bofetada que azotó la mejilla de Adelina, interrumpiendo sus palabras y tornando el ambiente tenso.

Adelina apretó su ardiente mejilla con la mano y con lágrimas en los ojos se volvió a la voz conocida:

—¿Mamá?

—¡No me llames mamá! ¿Así es como actúa una hija, una hermana? ¡Hoy se compromete tu hermana y en lugar de felicitarla, vienes a armar escándalo! ¿Qué pretendes? —bramó Luisa Ramírez, fulminándola con la mirada.

El corazón de Adelina se encogió.

—Mamá, ¿qué estás diciendo? ¡Nicanor era mi novio!

—¿Tu novio? ¡Nicanor es tu futuro cuñado! ¿Por qué siempre tienes que pelearle todo a tu hermana? ¡Me decepcionas profundamente!

Adelina soltó una carcajada amarga, incrédula ante la facilidad con la que su madre tergiversaba la verdad. Luego miró a Nicanor y conteniendo su furia le increpó:

—Nicanor, dímelo tú, ¿de quién eres novio realmente?

Nicanor frunció el ceño, inquieto por la mirada acusadora de Adelina, pero la presión de la mano de Eulalia en su brazo lo ancló de nuevo.

—Adelina, lo siento. Desde el principio, la única persona a la que he amado es Eulalia.

La declaración de Nicanor dejó a Adelina con una daga en su pecho, mientras para él fue tan sencillo soltarle esas palabras. Así que explotó con dolorosas risotadas.

—Muy bien, Nicanor Arciniega —dijo con la voz temblorosa, conteniendo las ganas de destrozar aquella farsa—. Toma nota: soy yo, Adelina Mendívil, quien no te quiere más —y, levantando el rostro con dignidad, los miró con pena y agregó—: ¡Les deseo que envejezcan juntos… y que sus corazones jamás encuentren paz!

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP