Adelina, debido a su entorno familiar, decidió mudarse sola desde hacía tiempo, así que tomó un taxi directo a su casa.Al bajar del taxi se quedó, sumida en sus pensamientos. Recordó que fue Nicanor quien la ayudó a instalarse allí, y que habían prometido que, cuando llegara el momento indicado, se comprometerían y se casarían. Ahora, al volver tras un año, todo se había convertido en una farsa, y ella era señalada como la “causante” de la desgracia familiar.Pensar en todo lo ocurrido el día anterior, la hacía sentir como si hubiese vivido una pesadilla.—¿Adelina, por fin regresaste?Apenas salió del elevador, Adelina se encontró con Eulalia en la puerta de su propio departamento. La joven lucía preocupada. Adelina frunció el ceño, con ganas de volver sobre sus pasos, pero entonces una mano la detuvo. —Adelina —era Nicanor y ella, de inmediato, intentó zafarse, pero Nicanor la sujetaba con determinación—, Eulalia y yo te esperamos toda la noche ¿No sabes que nos preocupamos?—¿Preo
—Adelina, fíjate nada más cómo te trata Eulalia, y tú… —Nicanor miraba incrédulo a Adelina—¡Lárguense! ¡No quiero verlos! —exclamó Adelina, que hasta ese momento comprendía la imagen que Nicanor tenía de ella.—Adelina, no seas así. Pase lo que pase, seguimos siendo familia —intervino Eulalia con tono doliente—. ¿No sabes lo furioso que está el abuelo al enterarse de esto? Él no quiere que nos peleemos por una pequeñez así. Adelina, el abuelo siempre te ha querido mucho, lo sabes muy bien. Ahora, por favor, regresa a casa con nosotros. No querrás que él sufra por este asunto, ¿verdad?Al escuchar eso, Adelina sintió una tristeza aún más profunda.—¿El abuelo? ¿Recién ahora recuerdas que el abuelo podría sentirse herido? Si lo sabías, ¿por qué hiciste algo así? Eulalia, tenías muy claro que Nicanor era mi novio, ¿y aun así te atreviste a meterte con él? ¿Por qué entonces no pensaste en el abuelo y en su dolor?Adelina miró a su hermana con el corazón helado.—Eulalia, ¿no crees que est
Incapaz de aguantar más, Adelina soltó un fuerte gruñido, y entre lágrimas apartó los dedos de Nicanor de la puerta para luego empujarlo y gritarles lo que sentía:—¿La equivocada soy yo? ¿Les importo? ¡Par de hipócritas! Si les importara no estarían exigiéndome que les celebre su unión ante todos—y llamó a Nicanor—, Nicanor, si ya no me querías ¡pudiste decírmelo! Yo no iba a retenerte en contra de tu voluntad y tú Eulalia, te llenas la boca diciendo que eres mi hermana, pero eso te valió madre para meterte con mi novio. Es que si me lo dices antes, hasta te hubiese dejado el camino libre después de todo lo que te debo, ya que no te ha bastado con humillarme toda la vida.Al terminar de hablar, Adelina ya estaba empapada en lágrimas. No entendía por qué su propia hermana y el hombre a quien había amado durante tres años habían elegido una forma tan cruel de herirla.—¿Después de lo que hicieron, aún pretenden que ceda? ¿Quieren que le diga al abuelo que todo fue mi culpa? ¿Es que aca
Adelina, aunque durmió toda la noche, aun se sentía cansada y, al mirar su rostro demacrado y sus ojos hinchados, se echó abundante agua fría hasta que se vio color en las mejillas. Entonces se apoyó con las manos en el lavabo y contempló su reflejo con tristeza.—Adelina, ¡reacciona! No hay obstáculo que no puedas superar —se dijo a sí misma, intentando infundirse valor.Enseguida comenzó a maquillarse hasta no asegurarse de haber cubierto todo rastro de abatimiento. Sintiendo un leve alivio, atendió la llamada de su abuelo, Teodoro, que aparecía en la pantalla del teléfono. Adelina frunció ligeramente el ceño, pero contestó sin dudar:—¿Aló, abuelo? ¿Pasa algo?—Te pedí que vinieras hoy, ¿no lo has olvidado, verdad? —Se oyó la voz de Teodoro al otro lado de la línea. Aunque era ya un hombre mayor, su tono seguía firme y enérgico, una cualidad que podía atribuirse a sus largos años dando clases frente a un alumnado.Adelina se quedó un instante pensando.—Abuelo, yo… bueno, está bien
El abuelo, después de captar el mensaje, cambió la conversación:—Esta chica acaba de regresar de un viaje de trabajo, aún no se acostumbra al cambio de horario. Belisario, ya que viniste hoy, quédate a comer con nosotros.Diciendo esto, Teodoro llamó a Pilar:—Ve a comprar algunas cosas para la comida. Adelina y Belisario comerán aquí. ¡Vamos, apúrate!Teodoro le dio a Pilar unos billetes y ella, con una sonrisa cómplice contestó:—Como usted diga, señor —y se marchó.Adelina aprovechó el momento en que Teodoro hablaba con Pilar para clavar la mirada en Belisario, intentando encontrar alguna explicación lógica. ¿Cómo era posible que él conociera a su abuelo?Belisario, notando su desconcierto, sonrió:—Señorita Mendívil, parece que le asombra mucho verme aquí.—¡Claro que me sorprende! ¿Tú en verdad fuiste alumno de mi abuelo? —Adelina no podía concebirlo del todo, porque Belisario no parecía un hombre común y corriente.Belisario arqueó una ceja, sin confirmar ni negar directamente.
Belisario entrecerró los ojos y miró las delicadas manos que se apoyaban en su pecho. Desde fuera se veía como una escena de “quiero, pero no puedo”, aunque él sabía que Adelina no era ese tipo de mujer. Notó cómo las manos de ella temblaban ligeramente, transmitiendo un cálido cosquilleo. Pero al mirar de cerca el tan maquillado rostro de ella, frunció el ceño y, levantando la mano, le rozó la mejilla:—La próxima vez no te pongas tanto polvo. No te queda bien.Al escucharlo, Adelina se indignó de inmediato y lo apartó bruscamente.—¿Estás loco? ¿Ahora vas a meterte con mi maquillaje? Si quiero ponerme una tonelada de polvo, lo hago. ¿Quién te crees para opinar?Fastidiada, se levantó:—Iré a ver qué está haciendo mi abuelo.Adelina se dirigió al estudio de Teodoro y llamó a la puerta.—Abuelo, ¿puedo pasar?—Adelante.Al entrar, vio a Teodoro de pie junto a la estantería, tomando un cuaderno de apuntes sobre temas contemporáneos. Al verla, le hizo señas con la mano.—Chiquilla, ven a
Adelina apretó los dientes y miró a su abuelo. Teodoro, con evidente incomodidad, le devolvió la mirada. Ella bufó, visiblemente molesta:—Abuelo, puedo complacerte en casi cualquier cosa, pero en esto no voy a ceder —dijo con determinación. Su matrimonio era un asunto demasiado serio; no quería otro error como el que vivió con Nicanor. Al fin y al cabo, era su felicidad de por vida lo que estaba en juego.Teodoro comprendió su postura. Su intención era que al menos se conocieran y, tal vez, surgiera algo entre ellos, pero ante la férrea negativa de Adelina, no tuvo más remedio que ceder.—De acuerdo, de acuerdo. No insistiré más, aunque Belisario es un muchacho excelente, tú…—¡Abuelo! —lo interrumpió Adelina, frunciendo el ceño—. Si sigues así, no volveré a visitarte.Ella cortó de raíz cualquier intento de persuasión.—Será mejor que salgamos; dejarlo solo en la sala no está bien.—Ay, esta niña… —Teodoro suspiró, visiblemente resignado.Al regresar a la sala, Belisario los recibió
—Señorita Mendívil, hay situaciones de las que uno no puede escapar. Si es inevitable, lo mejor es enfrentarlo. ¿No crees que tengo razón? —La voz de Belisario resonó con un matiz cargado de significado. Adelina mordió su labio inferior, comprendiendo que oponerse sería inútil.Al notar que Adelina dejaba de forcejear, Belisario aflojó el agarre.—Señorita Mendívil, suba al auto, por favor.A regañadientes, Adelina le dirigió una mirada insatisfecha antes de obedecer. Belisario esbozó una ligera sonrisa.—Abroche el cinturón de seguridad.Durante el trayecto, Adelina le dio la dirección sin ánimo alguno de entablar conversación. Apenas se limitaba a avisarle cuando él tomaba alguna calle equivocada. Belisario captó de sobra su incomodidad. Sabía que a Adelina no le agradaba su cercanía. Cuando por fin llegaron frente al edificio de ella, Belisario la observó con calma y dijo:—Lo que te propuse la otra vez sigue en pie. Si algún día lo piensas mejor, no dudes en llamarme.Adelina apret