Capítulo 7 - ¿Cuidándolo?
Adelina, debido a su entorno familiar, decidió mudarse sola desde hacía tiempo, así que tomó un taxi directo a su casa.

Al bajar del taxi se quedó, sumida en sus pensamientos. Recordó que fue Nicanor quien la ayudó a instalarse allí, y que habían prometido que, cuando llegara el momento indicado, se comprometerían y se casarían. Ahora, al volver tras un año, todo se había convertido en una farsa, y ella era señalada como la “causante” de la desgracia familiar.

Pensar en todo lo ocurrido el día anterior, la hacía sentir como si hubiese vivido una pesadilla.

—¿Adelina, por fin regresaste?

Apenas salió del elevador, Adelina se encontró con Eulalia en la puerta de su propio departamento. La joven lucía preocupada. Adelina frunció el ceño, con ganas de volver sobre sus pasos, pero entonces una mano la detuvo.

—Adelina —era Nicanor y ella, de inmediato, intentó zafarse, pero Nicanor la sujetaba con determinación—, Eulalia y yo te esperamos toda la noche ¿No sabes que nos preocupamos?

—¿Preocuparse? —Adelina sonrió negando y alzó el rostro, clavando la mirada en Nicanor—. ¿De verdad tú te preocupas por mí?

—Adelina, no te pongas así —intervino Eulalia en tono suave. Se acercó con sus tacones impecables y, con cuidado, separó la mano de Nicanor del brazo de Adelina para tomar ella la iniciativa—. Sé que hicimos mal, pero Nicanor y yo nos amamos de verdad. Tú estuviste fuera un año, no tienes idea de lo que él ha pasado, y solo yo estuve a su lado, cuidándolo en todo momento. Por favor, Adelina…

—¿Cuidándolo? —Adelina rio sarcástica—. ¡Gracias por cuidar tan bien a mi novio! Dime, Eulalia, ¿qué pretendías? Tú sabías perfectamente que Nicanor era mi pareja, ¿qué clase de intenciones tenías?

La mirada de Adelina se endureció y se soltó del agarre de Eulalia de un tirón, y está casi cae escaleras abajo, pegando un grito de pánico.

Nicanor corrió a sujetarla por la cintura, fulminando a Adelina con la mirada.

—¡Adelina, te estás pasando! De acuerdo, Eulalia y yo te traicionamos, pero ya no hay vuelta atrás. Estamos comprometidos. ¿Por qué no puedes aceptar la realidad?

—¿Aceptar la realidad? ¡Ustedes son los que vinieron a buscarme! —Adelina no podía creer en lo que se había convertido Nicanor, en ese hombre que ahora la culpaba—. ¿No los felicite ya? Si quieren comprometerse, casarse, háganlo ahora mismo, pero les ruego que no aparezcan más ante mis ojos. ¡Me dan asco!

Adelina, con la rabia subiéndole por la garganta, les gritó:

—¡Ahora mismo, lárguense!

—Adelina, ¿cómo puedes ser así? —Eulalia la miró con fingida aflicción, como si la culpable aquí fuera Adelina y no ella—. Nicanor y yo vinimos para explicar lo sucedido. Nunca pensamos herirte; simplemente… nos amamos de verdad.

—¿Amor verdadero? ¡Qué asco! —escupió Adelina, con la voz helada. Antes, había creído que Eulalia era una hermana frágil y necesitada de protección. Porque Eulalia le había salvado la vida en el pasado, Adelina siempre la complacía, cediendo ante todos sus caprichos. Pero eso no significaba que fuera tonta. Ahora veía un patrón claro: cualquier cosa que Adelina apreciara, Eulalia la tomaba para sí. Sin excepción.

—Eulalia, si tanto te gusta ponerte los “zapatos usados” de otros, entonces quédatelos. Yo, Adelina, no quiero nada sucio.

Nicanor, furioso, levantó la mano dispuesto a abofetear a Adelina. Pero su muñeca se quedó suspendida en el aire, agarrada por alguien más.

Eulalia, con el rostro aparentemente lleno de dolor y consternación, se aferró al brazo de Nicanor.

—No, Nicanor, no lo hagas. Adelina aún es muy joven, no comprende lo que hace. Yo no la culpo.

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