Cuando Alana se fue, Cassian volvió con el ceño fruncido, la mandíbula apretada y los ojos llenos de una furia contenida que me hizo retroceder.
—¿Por qué no me dijiste que Günter estuvo en la cafetería? —me espetó, su voz cortante y cargada de reproche—. ¿Querías ocultarlo?
Me mantuve firme, aunque el nudo en el pecho crecía.
—No fue nada, Cassian. Solo me saludó. No fue relevante, por eso no te lo conté.
—¿No fue relevante? —repitió, incrédulo—. ¡Es Günter! ¿Y tú decides que no importa y me lo escondes?
—No quise abrir esa puerta —le respondí, tratando de mantener la calma—. No quería revivir algo que ya dejé atrás.
—¿Entonces qué soy yo para ti? ¿Un simple espectador al que le ocultas todo? —me lanzó, con la voz elevándose—. ¡Esto no es confianza, Olivia!
El silencio se hizo denso, cortante.
—No todo lo que me pasa tiene que ser asunto tuyo —le dije, sin poder evitar que mi voz se quebrara.
—Pero soy tu pareja, Olivia. ¡Tu compañero! Y merezco que confíes en mí —me replicó con el