El sol de la tarde bañaba la terraza de la residencia de los Duque en Nueva York. Stella y Luciana estaban sentadas frente a una mesa de té, disfrutando de la calidez del día. Luciana había llevado a Stella a conocer sus fundaciones, y la conexión entre ambas mujeres crecía con cada conversación.

—Todo lo que haces es impresionante, Lu —comentó Stella, dejando su taza sobre la mesa—. Ayudar a tantas mujeres, darles una segunda oportunidad… no puedo imaginar el esfuerzo que eso requiere.

Luciana sonrió, pero su expresión se tornó pensativa, como si algo en su interior la empujara a hablar.

—Es un trabajo que significa mucho para mí, Stella. Pero no lo hago sólo por bondad. Hay una razón personal detrás de todo esto.

Stella inclinó la cabeza, intrigada pero sin querer presionar. Luciana tomó aire y decidió continuar.

—En mi juventud, fui escort.

Stella abrió los ojos sorprendida, pero no dijo nada, permitiéndole continuar.

—Lo hice por necesidad —explicó Luciana, su mirada fija en algún