Mike la miró con una mezcla de preocupación y decisión en su mirada.

—Me quedé preocupado por Stella —respondió, con sinceridad—. Quería asegurarme de que estuviera bien. ¿Se encuentra enferma?

Verónica, aún cautelosa, asintió con una leve inclinación de cabeza.

—Está bien, gracias. Solo fue un mareo.

Mike miró hacia el interior de la casa, como si esperara verla aparecer en cualquier momento.

—¿Puedo verla? —preguntó finalmente.

Verónica, no muy convencida, dudó antes de responder.

—Está en el lago. ¿Quiere que lo acompañe?

Pero Mike negó con la cabeza, y una chispa de recuerdos pareció encenderse en su mirada.

—No, conozco el camino. Sé cómo llegar —respondió, como si una parte de él recordara claramente el lugar.

Mientras él avanzaba hacia el sendero que conducía al lago, Stella, ajena a su llegada, permanecía sentada junto a la orilla, sumida en sus pensamientos. Las memorias de su última noche con Mike, la ternura y la pasión que compartieron, llenaban su mente y su corazón, deja