7. Dolor

Horas después , abrí el cajón de mi mesita de noche. Mis dedos rozaron la pequeña caja de terciopelo negro. La sostuve un momento entre mis manos, observándola como si fuera más peligrosa que cualquier arma que hubiera empuñado.

Fui hacia la habitación de Lisseth. La puerta estaba entornada. Respiré hondo antes de empujarla con suavidad.

Allí estaba ella. Sentada al borde de la cama, con la mirada perdida en un punto invisible. Sus ojos rojos eran prueba de cada lágrima que no había sabido detener. Su cuerpo inmóvil, pero su alma… su alma gritaba.

Me detuve en seco. Sentí cómo algo dentro de mí se encogía.

Avancé despacio y, sin decir una palabra, dejé la caja sobre la mesita, justo al alcance de su vista. Dudé. Mi mano tembló levemente antes de soltarla del todo.

Ella no se movió. No me miró. No me habló.

Solo ese silencio… ese silencio cruel que lo decía todo.

Mi garganta se cerró. Quise decirle algo, lo que fuera, pero entendí que ya no me correspondía a mí llenar ese espacio. No
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