Había repasado una y otra vez la conversación con esa hechicera. La forma en la que sabía cosas que no le había dicho, la forma en la que podía sentir mi dolor.
Y su oferta, ese ofrecimiento tentativo para unirme a ella. Lo había pensado demasiado tiempo para mi gusto, hasta nuevamente a media mañana volví a sentir ese dolor crudo y desesperado. Esta vez, aunque no estuve preparada, pude aguantarlo con más resiliencia, no porque doliera menos, sino porque el dolor ahora era bienvenido, necesitaba sentirlo para eliminar cualquier esperanza de poder estar con él. Para que mi loba entendiera de una vez por todas lo que ya sabía. Él no pondría en riesgo su manada por mí, realmente él no movería un solo dedo por mí.
Y ahora, apenada; sabía que tenía alguien más de quien vengarme.
—No has desayunado desde ayer —la voz de Madam Merrie me sobresaltó y solté un suspiro cuando dejó un plato de panqueques y huevos frente a mí.
—Debes comer, Ava. Hoy iniciaremos los entrenamientos, necesito hacer