Kalid Al-Rashid ajustó la solapa de su impecable traje mientras descendía de su lujoso auto frente a la imponente mansión de su tío Amon.
Con una sonrisa medida, saludó a los guardias del portón y entró con paso seguro a la mansión.
Claro, él está ahí para "visitar a su querido tío y hablar de negocios", pero la verdad era otra: desde la noche anterior, no podía sacarse de la cabeza a Leila, la mejor amiga de Elena. Esa mujer lo tenía hechizado, y Kalid, un Alfa dominante de prestigio, no estaba acostumbrado a sentirse así, menos por la hija de un bibliotecario.
—Maldita sea no sé qué estoy haciendo, debería dar media vuelta y regresar por donde vine y llamar a diez de las mujeres a mi disposición.
¿Desde cuándo he sido hombre de una sola mujer? Entraré, la enamoraré y saldré con ella por ahí, sé que desde que me la lleve a la cama esta urgencia va a terminar. No es una mujer con la que planee un futuro juntos…mi padre me matara si le salgo con un disparate peor que el de Hades— murmu