Kalid asintió, una sonrisa juguetona apareciendo en sus labios.
—Por supuesto, siempre y cuando seas justa.
Ella soltó una carcajada, levantando su taza en un gesto de brindis.
—Entonces, supongo que tendremos que discutir los términos de este "gobierno".
Mientras compartían risas y seguían conversando, ambos comenzaron a entender que aquel encuentro en Abu Dabi fue el inicio de lo que podía ser una relación excitante, y ahora ese momento planeado de parte de Kalid, de llegar a la biblioteca de Manchester podría marcar el comienzo de algo mucho más grande.
Leila deja de hablar repentinamente, mirándolo a los ojos con una intensidad que hizo que Kalid se quedara quieto. Su respiración se volvió más lenta, el aire entre ellos cargándose de algo eléctrico, primitivo. Sus feromonas comenzaron a salir.
—¿Por qué me miras así? —pregunta él, aunque ya sabía la respuesta.
Sin decir nada más, Leila se inclina hacia adelante y lo besa. Primero fue un roce suave con su lengua en los labios de él