Mi prima me abrazó en silencio.
Yo seguía llorando, me sentía humillada, dolida y furiosa.
¡Fui una imbécil!
Mi corazón dolía y mucho, no podía simplemente ahogar mis penas.
No podía bajar la mirada o mirar hacia otro lado.
¡Estaba casado!
Su esposa era una mujer muy segura de sí misma, era elegante, delgada, alta, pero con una expresión fría.
Comprobé que ellos no se llevaban bien.
Él parecía despreciarla, pero ella, o estaba acostumbrada a recibir su desprecio, o no le importaba demasiado porque también lo despreciaba a él.
Pese a eso, ellos estaban casados.
¿Cómo se iba a casar conmigo?
¿Me iba a dejar plantada en el altar?
Escuché muchas veces que eso sucedía.
Lo pensé por un momento y eso en general sucedía en las telenovelas.
Respiré profundo
De a poco comencé a hablar.
Les conté todo, hasta la voz desagradable de esa mujer.
Lo hice entre lágrimas.
Es que mi llanto brotaba incontrolable.
Tocaron timbre y mi prima fue a abrir la puerta.
- ¡Cielo!
Dijo Mirta, abrazándome.
No sé en