Por Alberto
Me quedaba mucho por hacer.
Luego iba a analizar qué hacer con Vivián, aunque se merecía años de pudrirse en la cárcel, ella tenía como defenderse.
Redacté un acuerdo de confiabilidad.
Llamé a todo el personal de servicio, incluyendo a la niñera de Ricardito.
A todos les dije más o menos lo mismo.
No podían decir una sola palabra de lo que pudieron haber escuchado dentro de mi hogar.
En general el personal tenía años trabajando con nosotros y si alguien tuvo algún problema, no lo tuvo conmigo, lo tuvo con Vivián y su maltrato a quienes ella consideraba seres inferiores.
Con la que hablé seriamente del tema fue con la niñera.
-Buenas tardes, Gabriela.
-Buenas tardes, señor.
-Sentate, por favor.
Gabriela estaba expectante.
-Sabés perfectamente que sucedió, acá y en Buenos Aires, te pido que firmes un documento de confiabilidad.
La observaba con determinación, ella sabía demasiado.
-No podés repetir, ni siquiera insinuar, nada de lo que sabés.
-Lo sé… ¿Qué va a pasar con mi