Por Alberto
Pasaron algunas horas, afuera seguía lloviendo aunque la tormenta había amainado.
-¿Quién cocina en esta casa?
Preguntó Vivián.
Yo me alcé de hombros, no tenía hambre, estaba desbastado por haber perdido a Alice sabía que se vendrían días duros, pero tenía la esperanza poder divorciarme, sin perder demasiado.
-Sos un infeliz, tu hijo tiene que cenar.
Nunca me había insultado tanto, estaba nerviosa, y había perdido el control cuando le dije que sabía su secreto.
-Pedí comida.
-¿Yo?
Preguntó espantada.
-¿No averiguaste todo sobre mi novia? Podés averiguar donde pedir comida para tu hijo.
A propósito dije que era su hijo y me desligué del asunto.
Ella no se hizo eco de mis palabras.
Llamó a la niñera y le oredenó, de mala manera, que encargara comida para todos.
Yo me retiré a mi habitación, no quería verle la cara a Vivián.
Si Ricardito no era mi hijo, lo sentiría por él, pero expondría a su madre.
Aunque su madre no se comporta como tal…
Debo decir que pasé una de las peor