René Chapman
Miré a mi mujer por un largo rato.
Aunque no justificaba su embriaguez, me hacía una idea del dolor porque ha pasado en silencio todo este tiempo. Entonces, recordé sus palabras:
«Tienes esa falsa creencia que mi vida inicia y muere con Giuseppe.»
—La conocí en mi primer día de la universidad. Al principio, estaba recelosa y desconfiaba de todos. Luego hablamos y supe que, al igual que yo, era hija única. De ahí su actitud un poco reacia a relacionarse con todo el mundo. —Rompió el silencio—. Lo cierto es que, cada día nos acercábamos un poco más, hasta que terminamos siendo las más grandes amigas.
»—Platicábamos mucho y de todo. Nos quejábamos de lo estrictos que eran nuestros padres y de todas las cosas que no habíamos podido hacer aún. Empezamos a salir a fiestas, conocer chicos, beber y… —El nudo que se había formado en su garganta, subió y bajo—. A probar cosas nuevas.
—¿Drogas?
—Si. —Sorbió su nariz—. Fue mi idea, ¿Sabes? —Sus ojos estaban perdidos—. Un día compré u