René Chapman
Mirar como la expresión Ivette cambiaba de feliz a una muy preocupada, me hizo reaccionar rápido y abordar la situación.
—Creo que le pasa algo a la niña.
—¿Por qué?, ¿Qué tiene?
Toqué sus brazos y pies, sintiéndolo especialmente fríos y sudorosos. Luego acerqué una oreja a su rostro y pude sentir lo entrecortada y cansina de su respiración.
—Mantén la calma, llevaremos a la bebé a la clínica ya mismo.
A la carrera, bajamos el montón de escalones que habíamos subido.
—¿Qué pasa? —quiso saber mi abuelo, apenas miró nuestras caras de preocupación.
—No sé, creo que le pasa algo a la bebé… no estoy segura.
A estas alturas, Ivette era un manojo de nervios.
—Escucha. —La abordé una vez estuvimos dentro del auto—. Sabes que los niños a esta edad son muy susceptibles. Si Tabby se da cuenta que estas nerviosa, ella también lo estará y todo se puede complicar.
—Pero, ¿Cómo hago? —lagrimas corrían por sus mejillas—. Algo extraño le pasa a mi hija y no sé qué hacer. ¡Mírala ni siquie