El enojo me invade porque estoy sola, mi bebé solo cuenta conmigo para protegerlo y yo no dudaré en hacerlo, aunque mis manos se manchen de sangre. Por fortuna, mi cuerpo actúa mejor cuando está bajo presión, porque mis practicas con dardos y todo lo demás a lo que no le di importancia, es lo que me ayuda a ser decidida y tener buena puntería.
Aunque bueno, con una distancia tan reducida es complicado fallar en mi objetivo. Por lo que, disfruto no haberme equivocado y ver como el hombre se queja del dolor.— ¡¿Qué mierda está sucediendo, Eva?!— Este bastardo me faltó al respeto, me besó como si fuera su puta y nadie quiso ayudarme, ni siquiera el perro que tienes para que me cuide. — digo enojada.— Jefe, no es así.— Toma entonces de lo que preparó para mí. — digo agarrando el vaso y extendiéndolo a Arnol