De camino a su casa la cabeza de Abigail estaba completamente ida, no dejaba de pensar en lo que había pasado, no dejaba de cuestionar el porqué la vida estaba siendo tan cruel con ella colocándole estas pruebas que no sabía si podía pasar.
Finalmente, no tenía derecho de hacer que la vida de Rafael cambiara tan drásticamente, de aparecer y destruir lo que la había conseguido: el matrimonio estable y aparentemente feliz.
No tenía derecho a hacerlo.
Instintivamente pasó los dedos por sus labios, sentirlo de nuevo… que esos labios la tocaran era sin duda la mejor sensación del mundo.
La intensidad con la que la besó como si hubiese estado esperando ese momento desde hace mucho tiempo, definitivamente la dejó con ganas de más, con ganas de dejar de ser tan correcta y permitir que su corazón y sus instintos ganarán por una vez.
Sin embargo, la realidad era otra en ese mundo de fantasía. En ese sueño ella era solo la secretaria, solo la persona que lo había lastimado con crueldad, con