Me dispuse a averiguar todo sobre Jacob: el hijo abandonado de mi madre. Llegué hasta él siguiendo a mi padre biológico con quien tenía una estrecha relación, se llevaban bien y mi medio hermano lo consideraba un camarada. Mi papá en realidad era un tipo muy interesante, una persona sumamente inteligente con basto conocimiento del mundo, me alegró ser su hija pues además de su intelectualidad era una buena persona ahora entendía porque Irene lo amaba con tanta devoción, aquel hombre era íntegro. Trataba a los demás con gentileza, respeto y cierto encanto incluso Jacob lo acepto en su vida aunque no quisiera ver ni en pintura a Doña Irene.
Por su parte mi hermano era todo un ganador: millonario, guapo, soltero, soberbio y genuino. Un tipo que había sido abandonado en un orfanato siendo apenas un bebé había logrado salir adelante, recuperarse, darle una cachetada a la mala suerte y al cruento porvenir que por decreto le tocaba, era alguien sumamente admirable y aunque yo no creía en la