64. Enfrentando cambios
Noah crecía muy rápido, así que pasar más tiempo con él no era solo una obligación, sino una motivación. Trataba de llegar a tiempo para su hora del baño, lo dejaba en brazos de Firenze listo para dormir y aprovechaba en salir a trotar un poco. En las semanas previas, yo también había dejado algunos de mis hábitos, sobre todo el ejercicio. Volver a entrenar me devolvía la vitalidad y disipaba el estrés. Regresaba a casa con el deseo de quemar mis últimas energías en brazos de Firenze, y ella estaba dispuesta a complacerme.
Pero lo que realmente me sorprendía era el lazo que empezaba a forjar con Noah. Decidí que era momento de llevarlo a clases de natación; sentía ese deseo de prepararlo para la vida en todos los sentidos. Verlo chapotear en el agua con sus bracitos regordetes y la emoción en su rostro me generaba un sentimiento desconocido. Lo llevaba al parque, le enseñaba a patear un balón, hasta le cantaba canciones para dormir. Nunca había tenido esto con Gabrielle. A pesar de los