En la sala de reuniones, Firenze ya estaba sentada, revisando los documentos con su habitual precisión. Sus dedos se movían con destreza al pasar las páginas, marcando con un bolígrafo algunas anotaciones en los márgenes. Su expresión, seria y concentrada, era el reflejo de su ética de trabajo. Ni siquiera levantó la vista cuando entré, como si mi presencia no fuera lo suficientemente importante como para interrumpir su enfoque.
—Proponen recortar el plazo de entrega en tres semanas e incluir una cláusula de penalización —dijo, directa como siempre, su tono calmado pero firme.
—Ridículo —respondí, dejando caer mi portafolios sobre la mesa mientras me sentaba frente a ella.
—No es ideal, pero podemos ajustarnos si no tenemos demoras en el proceso de importación. He trabajado con logística para optimizar los plazos —respondió, extendiéndome un documento.
No lo tomé de inmediato. En cambio, me incliné hacia adelante, cruzando los brazos sobre la mesa mientras la miraba con una mezcla