│El clan al que pertenecía Emmett era uno de los más poderosos entre los demonios, gobernando totalmente el reino del oeste.
Astor, su hermano mayor, y él, eran descendientes de un fuerte demonio zorro, pero con la muerte de su padre, fue Astor quién se convirtió en el sucesor.
Sin embargo, el camino hacía el trono no fue fácil, muchos nobles no estaban de acuerdo con la decisión y trataron de deshacerse del mayor, si no fuera porque sus generales lo apoyaban, la paz no hubiese sido posible, aunque no iba a durar por mucho tiempo más. │
Tres meses antes.
Emmett caminaba presuroso rumbo al gran salón, uno de los sirvientes de su hermano mayor le había comunicado que debía reunirse con él de manera urgente. Durante los últimos días había escuchado muchos rumores acerca de próximos enfrentamientos, y tal vez por ello la premura.
—Hermano — le saludó Astor, alzando los brazos y con una sonrisa, cuando Emmett atravesó la puerta.
Pero el menor rápidamente se arrodilló sobre una de sus piernas e hizo una reverencia solemne.
— Su majestad.
—Emmett, estamos solos, no es necesario tanto. — le dijo Astor, mientras lo tomaba por los brazos y lo instaba a ponerse en pie — Disculpa que te haya mandado a traer tan de repente.
—¿Hay problemas?
—Eso me temo y necesito de tu apoyo.
—Estoy a su servicio, majestad.
Hacía unos meses, Astor había recibido un desaire del monarca de un país vasallo, mando a un espía para conseguir información, aquello resultó en que Lelogar, el tío de ambos hermanos y medio hermano de su padre, se encontraba ahora bajo la protección de su gobernante el rey Cherkyan.
En un pasado, Lelogar fue el principal culpable de querer derrocar a Astor, por lo cual fue exiliado de sus tierras, no se sabía mucho acerca de él, hasta ahora.
—Cuando lo exilié, se llevó una parte de mi ejército, ahora los rumores apuntan a que ha decidido unir las fuerzas con Cherkyan y atacarnos.
—Debiste matarlo cuando tuviste oportunidad…
—Es familia, Emmett. No podía.
—Él no hubiese dudado ningún segundo en matarte para obtener el trono…
—Lo sé y eso me hace mejor que él.
Emmett le sonrió, entre los dos, Astor siempre había sido el que hacía todo lo políticamente correcto, no era lo que más le agradaba de él, pero si lo que más le reconocía.
—Entonces… supongo que no me has llamado para matarle. — se lamentó.
—No te he llamado por ello.
Astor tenía en mente convencer al rey Cherkyan de no unir fuerzas con su tío y la única manera de hacer eso, era matrimonio.
—¿Piensas casarte con el enemigo? — explotó Emmett.
—Tú sabes que los matrimonios en esta familia siempre han sido por conveniencia.
—¿Será tu emperatriz? No puedes tomar a una extranjera como emperatriz, va en contra de la nobleza, el imperio, y nuestros antepasados.
Su hermano mayor lo volteó a ver con tristeza y después bajó el rostro apenado, como si le costara decir lo que pensaba, como si le fuese a contar una mala noticia.
—Lo sé, es claro que no puedo tomarla como mi emperatriz y al no tener una, tampoco puedo tomarla como una concubina.
Y antes de que Astor pudiese contarle aquel plan, Emmett lo entendió por completo, la verdad transformó su rostro y solamente pudo decirla en un susurro suave, casi sin aliento, totalmente derrotado.
—Quieres que sea yo quién me case con ella.
La misión encomendada por su hermano mayor era peor de lo que él hubiese pensado, era una tontería pensar que disfrutaba más de ir a la guerra, que en casarse. Pero no podía negarse, era una orden directa de su majestad.
Así que no tuvo mucho tiempo para pensarlo, se levantó con suavidad de su asiento, y una vez MÁS con solemnidad hizo una reverencia.
—Agradezco a su majestad por darme un matrimonio tan ventajoso.
Astor no dijo nada, en ese momento, Emmett había dejado de ser su hermano menor y ahora era un peón más dentro de este juego de ajedrez.
**
La misión encomendada por su hermano mayor tenía que ser rápidamente resuelta, así que, en un par de días, Emmett junto con una pequeña guardia por detrás, emprendió camino hacia el sur, su visita sería en parte por temas políticos y totalmente como espía pues debía enterarse de primera mano lo que tramaba su tío.
El viaje los había obligado a alejarse considerablemente del reino, llegando a atravesar las laderas centrales, donde en su mayoría era habitado por humanos.
—Esta noche descansaremos aquí — le dijo Emmett al oficial que cabalgaba a su lado, mientras admiraba el claro al que habían llegado — Hoy hay luna llena, no quiero problemas, estamos muy cerca de un asentamiento humano.
—Entendido, su alteza.
Al llegar la noche, todo quedó resuelto para descansar, Emmett terminaba de escribir una carta para su hermano antes de por fin acostarse, sin embargo, la paz fue interrumpida cuando un guardia totalmente agitado entró en su pabellón.
—¡Su majestad! Han capturado a uno de los nuestros.
—¡Qué! ¿Cómo pasó eso?
—Salió a cazar, un grupo de hombres humanos lo atraparon y encerraron, se lo han llevado.
Emmett rápidamente tomó su espada, se ajustó sus botas y salió para empezar a dar órdenes.
—Adil, te dejo a cargo de la guardia. — le dijo a su oficial de mayor rango.
—Mi señor, usted no puede ir, deje que yo me encargue de esto.
—¡Imposible! Es más seguro que sea yo quién busque a nuestro compañero…
—Pero, señor…
—¡Pero nada! Los humanos le temen a lo desconocido, si me presento como un miembro de la realeza y en esta forma, tal vez podría persuadirlos.
—Al menos llévese a alguno de mis hombres…
—Estaré mejor solo, volveré al amanecer.
Uno de sus hombres le acercó su caballo y el chico rápidamente montó en este, en un abrir y cerrar de ojos se alejó cabalgando.
No tardó tanto en encontrar a su compañero perdido, aunque bastante herido y con un caminar torpe, se dirigía sin rumbo por entre los árboles. Emmett se bajó de su caballo y caminó despacio hacia él.
—Malek, acaba con tu transformación, debemos volver con los demás.
Pero el mounstro no lo reconoció y en cambio, trató de atacarlo, en otras circunstancias trataría de calmarlo pacientemente e instarlo a que se transformara, pero pronto percibió la presencia de un humano acercándose, no podía poner en riesgo una vida inocente, debía pelear.
Y nunca pensó que al humano que trataría de salvar, al final terminara salvándolo a él.
**
Cada día que pasaba junto a los humanos que lo habían salvado, era muy fácil. Por momentos olvidaba que tenía una encomienda muy importante, pero sabía que tampoco podía seguir evitándola. No quería hacerlo y tal vez por ello, opto por quedarse más tiempo ahí.
No fue tan difícil ocultarse de su guardia, disminuyó casi por completo su poder demoniaco y sintió algo de pena al pensar que ellos lo creyeran muerto, sin embargo, no lo animó a regresar de nuevo.
Y así pasó un mes.
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Para Eleanor, Emmett era el primer hombre que conocía, se le hacía fascinante la manera en la que se expresaba, parecía saber mucho sobre todo lo que les rodeaba, hablaba de los caminos, los cielos y los mares con total conocimiento, de pronto recitaba poemas, cantaba estrofas de algunos sonetos y le hablaba de libros que había leído en su juventud. Muchas veces se encontraba preguntándose que edad tendría, parecía ser joven pero la manera en la que hablaba le parecía más adecuado a un hombre mayor. Además, era amable, atento y muy caballeroso con ella, se sentía de cierta manera consentida y aunque su madre le había prevenido acerca de él, Eleanor simplemente se dejó llevar por las nuevas sensaciones que estaba descubriendo y que no se le hacían nada malas.
Por su parte, Emmett descubrió en la compañía de la joven humana, algo que nunca había experimentado en sus varios años de caminar por la tierra, era tal vez la ingenuidad de su pensamiento o la pureza de su alma lo que le hacía querer estar a su lado. Ella le enseñó todo lo que sabía sobre plantas medicinales, cazar animales pequeños para consumo y leer el cielo para pronosticar el clima de los próximos días, todo eso Emmett lo sabía, pero le gustó la manera en que ella se lo explicaba. Pronto descubrió que Eleanor despertaba en él el sentimiento de protegerla y sintió que la necesitaba más él a ella que al contrario, al principio eso le incomodó, nunca se había preocupado por nadie más que por él mismo, pero después comenzó a experimentarlo como algo totalmente normal y para cuando se dio cuenta un nuevo deseo brotó en él, quería cuidarla.
Marjorie se dio cuenta del excesivo tiempo que ambos pasaban juntos y comenzó a preocuparse, descubrió en los ojos de Eleanor el brillo inconfundible del enamoramiento y aquello la puso en alerta. Ya habían pasado un mes desde que aquel hombre se había recuperado en su totalidad y no veía que quisiera irse y eso la preocupó un poco más, tenía que alejarlo de su hija.
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Eleanor pensó que tal vez Emmett se sentiría aburrido de solo deambular por la cabaña, pensó en llevarlo a la aldea, pero su madre se negó, dijo que al ser un forastero la gente podría culparlo de lo que había pasado hacia un mes atrás y eso traería muchísimos problemas innecesarios, ella entendió, aunque la realidad tras las palabras de su madre era más: “alguien podría descubrir que hemos estado conviviendo con un demonio y entonces todas las verdades ocultas saldrían a la luz”.
También pronto se dio cuenta que el tiempo con él se iba reduciendo y eso la entristecía enormemente, el solo pensar que no lo volvería a ver, causaba un dolor desconocido en su corazón, era la primera vez que lo experimentaba y no le agradaba.
—¿Extrañas tu hogar? — le preguntó Eleanor en uno de los tantos recorridos que venían haciendo diario.
—Extraño a mi hermano — le confesó Emmett con un poco de melancolía en sus palabras.
En sus conversaciones pasadas ya habían hablado de Astor, el hermano mayor de Emmett, pero esta vez Eleanor se aventuró a preguntar más por él y la relación entre ambos hermanos.
—Astor es mi ejemplo a seguir ¿sabes? Ambos quedamos huérfanos de padre, a él aun le sobrevive su madre, aunque siendo honesto creo que no le agrado tanto. — Emmett sonrió con tristeza, hablar de madres era algo que le costaba, a pesar de que hacía años había perdido a la suya, el dolor en su corazón era un constante recordatorio, volteó a ver a la chica y ella lo animó con una sonrisa, por lo que prosiguió hablando — Él siempre me ha protegido y apoyado en todo lo que he querido hacer… de seguro ha de estar muy preocupado por mí.
Hizo una pausa y un silencio incomodo creció entre ambos, los dos sabían que el tiempo juntos estaba llegando a su fin, querían decir más, tal vez un “quédate” o un “ven conmigo” pero quedaron atorados en sus corazones, presintieron no era el momento, pensaron que habría más tiempo o tal vez que todo estaba pasando muy rápido.
—Debes volver… — dijo Eleanor, siendo la primera en hablar y poniendo la primera piedra de aquella torre de despedidas sin retorno.
Se alejó rápidamente del chico para evitar escuchar su respuesta, pero él no la dejó ir, la tomó con suavidad de su mano y la volteó para que lo viera.
—Ven conmigo.
Emmett la miró fijamente a los ojos, temía la respuesta, pero le temía más a pasar los días sin ella.
Fue en ese momento, mientras ambos se miraban, que sintió algo anormal fluyendo de Eleanor, una fuerza y una atracción que no había experimentado anteriormente, su aroma también cambió, pensó que tal vez se debía a algo propio de las mujeres humanas, pero pronto percibió que era algo muy parecido a lo que emanaban los demonios y entonces se dio cuenta que la mujer parada frente a él, no era una simple humana.
El descubrimiento dejó en segundo término lo que le acababa de pedir, por lo que cuando escuchó la respuesta de la joven, le costó un poco entender el contexto de lo que estaba sucediendo.
—Iré contigo — murmuró con la voz entrecortada. El corazón de Eleanor le golpeaba con fuerza el pecho, sentía miedo a lo desconocido, pero al mismo tiempo una felicidad indescriptible, la separación que tanto había temido, ya no sucedería.
Emmett reaccionó y en contra de todas las muestras de decoro, la atrajo contra sí abrazándola con fuerza, aquella simple demostración de cariño fue suficiente para que volviera a confirmar el verdadero origen de Eleanor y miles de preguntas pasaron por su mente, aunque la única cosa que tenía en claro era que quería estar con ella, sin importar lo que había descubierto.
Al separarse de aquél intimo abrazo, Eleanor fue la primera en hablar.
—Tengo que hablar con mi madre.
—Yo lo haré primero…
—Debo prevenirla, si se lo dices tú, morirá de tristeza y tal vez me odié.
—Es imposible que te odié, déjame hablar con ella primero, créeme, la convenceré.
El poder de persuasión de Emmett terminó por retractarla de su idea y así con la promesa de hablar al día siguiente con Marjorie, regresaron a la cabaña tomados de la mano.
Esa noche cuando entraron en la cabaña, fue imposible para Marjorie no notar que algo había pasado entre ambos, observaba las miradas que se daban y lo ruborizada que se ponía Eleanor cuando el hombre la miraba, entonces decidió que ella también debía hablar con Emmett.