Emmett abrió lentamente los ojos, esperó encontrarse con el techo color dorado de su habitación, pero en cambio, notó un enramado de troncos y palmeras, se preguntó mentalmente ¿dónde estaba? y quiso ponerse en pie con rapidez, pero un dolor desgarrador le atravesó el pecho, obligándolo a volver a recostarse, sintió que le faltaba el aire y pensó que se desmayaría.
—Tranquilo, todo está bien — una suave voz de mujer lo llamó, volteó a verla, pero no la reconoció.
—¿Quién eres? ¿Dónde estoy? — le preguntó, al tiempo que se llevaba la mano al lugar donde le dolía.
—Es mejor que no lo toques, tu herida sigue abierta y puedes infectarla.
—¿Qué me pasó?
Marjorie frunció el entrecejo al recordar las palabras de su hija la noche anterior “él me salvó”, pero honestamente no sabía cómo había sucedido realmente todo y tampoco estaba tan segura de poder confiar en el ser que estaba tendido sobre su mesa.
—Me llamo Marjorie, estás en mi cabaña, mi hija te trajo muy mal herido ayer y he tratado tus heridas.
—Gracias — contestó el joven, llevándose la mano a la frente tratando de hacer memoria.
Emmett cerró los ojos, apenas unos recuerdos de lo que había pasado ayer volvían a él, recordaba estar en el bosque rastreando a uno de los suyos, se había hecho de noche cuando apareció a mitad de su camino, estaba mal herido y con temor, por lo que no pudo reconocerlo, lucharon y…
—¿Él está bien? — escuchó que preguntaban tras de él, pensó reconocer la voz, sin embargo, no sabía de dónde.
—Está bien, la fiebre ha desaparecido, ahora solamente debemos cuidar sus heridas.
Eleanor se acercó a paso lento hacia la mesa y pronto ambos se vieron, ella pudo confirmar lo que había dicho su madre, además de que el pensamiento, de lo apuesto que el hombre frente a ella, era real.
—Gracias — le dijo y notó que él la miraba extrañado — ayer me salvaste de un monstruo.
—Era un ogro… — mintió, pensando que por ahora era lo mejor.
—Nunca había visto uno — murmuró Eleanor y a él le pareció extraño.
—¿En qué región estamos?
—La región central, cerca de los montes Sininen.
—La región humana.
Emmett achicó los ojos, no podía creer lo que había sucedido ayer, seguramente su hermano estaría preocupado y toda su guardia lo estaría buscando, pero lo que más le preocupaba era la estreches que estaba surgiendo entre ambos mundos, el humano y el suyo.
Marjorie vio la preocupación en el rostro del joven, seguía sin sentirse segura, pero pensó que, si lo trataban bien, tal vez no les haría nada.
—Deberías descansar, en tu condición tus heridas tardaran en sanar un par de días. — le dijo y en respuesta el chico solamente asintió.
—Pero primero dinos tu nombre. — pidió Eleanor con mucho interés.
—Me llamo Emmett Vandeleur.
Al escuchar el apellido a Marjorie le recorrió un escalofrió por el cuerpo, reconocía perfectamente la identidad de aquel hombre, pero de nuevo, trató de calmarse, hasta ahora él no representaba un peligro.
Después de revisarle las heridas y dejarlo dormir otro poco, Eleanor y su madre se dirigieron fuera de la cabaña para poder tener una conversación más privada.
—Bien, cuéntame todo.
La joven le relató a su madre todos los sucesos del día anterior, desde la captura del zorro enorme y que debían buscar refugio, hasta el encuentro con el desconocido y como este la había salvado de una muerte segura. Marjorie la escuchó sin decir nada, llamándole la atención de los sucesos en los que se encontraba un demonio y al igual que Emmett, pensó en la estreches de ambos mundos. Observó a su hija y temió que aquella vida tan tranquila, que hasta ahora habían llevado, estuviese llegando a su fin.
—¿No te da confianza? — le preguntó Eleanor, después de notar que su madre no había pronunciado ni una sola palabra, lejos estaba de pensar lo que realmente sucedía.
—Es un forastero… no me da confianza.
—Él me salvó.
—Lo sé.
“Lo sé y eso no lo hace menos peligroso”, pensó Marjorie al tiempo que se daba la vuelta y se alejó dando por terminada la conversación.
**
Tal como Marjorie había predicho, es un par de días Emmett estaba totalmente recuperado, ya se había levantado de la cama y comenzaba a caminar a los alrededores de la cabaña, siempre en compañía de Eleanor y Madelaine, aunque pasaba la mayor parte del día conversando con la primera.
Al paso de los días se marcó una rutina para los 4 habitantes de aquella pequeña cabaña, Marjorie y su hija pequeña se encargaban de bajar al pueblo, mientras que Emmett quién ya estaba recuperado totalmente ayudaba en sus tareas a Eleanor.
—¿Y tú aldea está muy lejos de aquí? — le preguntó Eleanor cierto día mientras hacían el recorrido matutino.
Emmett no sabía que contestar, su conocimiento acerca de los humanos había sido basto durante todos estos años por lo que sabía que le temían a lo desconocido y eso lo incluía a él. Notaba que la madre de la joven lo veía con cierto recelo, como si supiese la verdad de su origen, pero ¿Lo sabría también Eleanor? No sabía la respuesta, así que decidió mentir.
—Sí, vivo al otro lado de las montañas Sininen…
—Imposible — le interrumpió impresionada — ningún humano vive del otro lado, es muy peligroso.
—¿En serio? ¿Por qué lo consideran peligroso? — le cuestionó Emmett con curiosidad.
—Porque de ese lado está plagado de demonios, nadie en sus cinco sentidos viviría de aquel lado, todo mundo lo sabe.
—Mi familia vive bien…
—Lo sé, eres un noble ¿verdad?
—Se podría decir.
Eleanor notó que él no diría más y por lo tanto guardó silencio, sin embargo, la duda de qué había más allá de las montañas Sininen y el cómo había humanos viviendo de aquel lado, fue algo que no salió de su mente con facilidad.
—Te escuché decirle a tu madre sobre la captura de un demonio zorro. — le comentó Emmett con interés, mientras ambos se acercaban al lago para pescar.
—Ah sí, el mismo día que nos conocimos, los hombres bajaron al pueblo y capturaron un demonio zorro o eso es lo que decían.
—¿No les crees?
Emmett la miró con curiosidad, tratando de adivinar si había una aversión en la mirada de la chica, pero ella solamente se limitó a fruncir la seño y negar con la cabeza.
—Tal vez si lo era, pero no parecía ser peligroso.
—¿No tienes miedo de ellos?
—¿Del zorro demonio? No… en realidad, sentí más lástima que miedo.
—¿Por qué?
—Porque estaba muy mal herido, pensé que moriría.
Al escuchar esas palabras, el hombre sintió cierta calidez en su interior, francamente no era la respuesta que esperaba y tampoco trató de negarla, sabía que aquél zorro demonio había escapado, más importante aún, estaba seguro de que muerto no estaba, pues el mounstro que los había atacado aquella vez se trataba de un miembro importante de su guardia y le fue imposible no sentirse responsable de lo que había pasado.
Emmett trató de no pensar en ello y se limitó a intercambiar otras cuantas palabras más con la mujer, fue hasta que, por la noche, cuando todos se habían dormido, recordó la conversación que había tenido con Eleanor y con ello, la razón por la que ahora se encontraba en ese lugar.