¿Marisela lo quería? Pues se lo daría. A ver si se atrevía a venir a buscarlo.
Hasta meterse con el abuelo, era una mujer que pagaba el bien con mal. ¿Acaso había olvidado que se casó con ella por el abuelo?
Isabella todavía no se había acostado y había preparado la cena, esperando a que Lorenzo regresara del trabajo.
Apenas lo vio entrar, se disponía a acercarse cuando Lorenzo frunció el ceño y dijo con severidad:
—¿No te dije anoche que no hicieras esto? ¿Ya tienes tus cosas listas? Si ya lo están, haré que Aurelio te ayude con la mudanza.
Isabella se detuvo, con lágrimas formándose en sus ojos:
—Lorenzo... ¿tanto deseas que me vaya? Anoche me apresuraste, y esta noche también...
Lorenzo apretó los labios por un momento y respondió:
—No es apropiado que vivas en mi casa. Estoy casado, y Marisela se ha ido por esto.
—Así que múdate, será mejor para ambas. Ella ya no te atacará ni te lastimará.
Al oír esto, las lágrimas de Isabella se desbordaron. La tristeza y la rabia la llevaron a e