Era él quien se había estado engañando a sí mismo, siempre pensando que Isabella en realidad "no era tan mala", "solo era un poco extrema".
Y ahora.
Daniel apretó ambas manos en puños, cerró los ojos y respiró profundamente.
Al abrirlos nuevamente, había completa decepción y frialdad en su interior.
La oficina estaba extremadamente silenciosa, o más bien, silenciosa de manera aterradora.
A su lado, Steve viendo el rostro sombrío de su jefe, no se atrevía ni a respirar.
Porque todo se dirigía hacia la peor dirección posible, tanto la policía como los Cárdenas aún estaban persiguiendo al asesino.
—Localiza la IP de Juan, arréstenlo físicamente —ordenó Daniel con voz fría.
Steve recibió la orden y preguntó: —¿Hay que contactar a la policía...?
No terminó la frase, pero Daniel entendió lo que quería decir, articulando:
—Por ahora no, después de arrestarlo, diremos que nuestro personal descubrió su rastro por casualidad.
Steve asintió y se fue a cumplir la orden.
En la oficina.
Daniel cerró