Después de que el teléfono sonó unos diez segundos, finalmente contestaron del otro lado. Isabella bajó la voz y preguntó:
—¿Cómo van las cosas?
Juan se sintió algo culpable y no se atrevió a decir la verdad, temiendo que si lo hacía, la empleadora buscaría a otra persona para hacer el trabajo y perdería el dinero, así que respondió:
—Mi compañero y yo ya estamos apostados afuera del hospital. Es un hospital privado, hay guardaespaldas vigilando los pasillos del área de hospitalización, no es fácil actuar directamente.
Al escuchar esto, Isabella se impacientó y lo interrogó:
—¿Entonces qué? ¿Me das una respuesta definitiva? ¿Cómo planean actuar? ¿Cuándo van a actuar? ¿No me digas que van a estar vigilando toda la vida?
—Te digo que mi tiempo es limitado, ¡y esto tiene que salir bien!
Al escuchar la urgencia de la empleadora, Juan respondió:
—Definitivamente va a salir del hospital. En el momento en que aparezca, la atropellaremos hasta matarla justo en la entrada del hospital.
—Y mient