—Perfecto, me quedaré en tu casa por un tiempo —dijo Celeste.
—Isabella aún no se ha ido del país, ¿verdad? ¿Y si esa loca aprovecha que todavía está aquí para vengarse de ti? Así que me haré cargo de llevarte y traerte del trabajo...
—No te molestes tanto, ¿no tienen los Acosta gente aquí en el país? El hermano de Isabella. Acabamos de firmar el documento hoy, seguramente van a hacer que alguien la vigile —respondió Marisela.
—De verdad ya no tengo ningún problema, gracias por preocuparte, pero no necesitas cuidados especiales —añadió Marisela con una sonrisa suave.
Celeste al escuchar esto no tuvo más remedio que desistir, y luego se fue de la habitación junto con Germán.
En el ascensor.
—Tienes una amistad muy bonita con Marisela —comentó Germán.
—Sí, es la única amiga que no depende de intereses para mantener la relación, es fácil y cómoda estar con ella —respondió Celeste.
Germán reflexionó y dijo:
—Como ustedes no están en el mismo nivel social, no existe una relación de benefici