—Quédatela —Daniel se la empujó de vuelta.
—Esta tarde haré que alguien te acompañe de compras para que te distraigas, no te quedes encerrada en la habitación todo el día.
Isabella dudó varias veces al verlo, y después de varios segundos, finalmente la tomó lentamente.
—Gracias, gracias a papá y mamá también —dijo Isabella.
Daniel vio que su hermana finalmente había dejado de llorar completamente, una ligera sonrisa apareció en sus labios, y ambos continuaron comiendo.
Isabella guardó la tarjeta, sintiéndose extremadamente feliz. No había esperado tener esta ganancia inesperada hoy.
Sabía que con el doble respaldo del afecto familiar y los veinte años de separación, los Acosta no la rechazarían.
Mientras no se descubriera su verdadera identidad, incluso si matara a alguien, los Acosta podrían encubrirla.
Por eso Marisela tenía que morir, rápido, completamente muerta.
Ahora que los Cárdenas se habían involucrado y complicado las cosas, sería más difícil actuar después. Si ese Juan hubie