La primera reacción de Daniel fue no creerlo, sentía que su hermana era una niña bastante obediente y sensata.
Pero su segunda reacción fue: si la oficial realmente había dado en el clavo, entonces...
Era absolutamente escalofriante pensarlo.
Daniel no se atrevía a imaginar la segunda posibilidad cuando escuchó pasos a un lado.
Daniel volteó la cabeza y vio que era su hermana que ya había firmado acercándose.
—Daniel, vámonos... —la chica se acercó a él, con los ojos rojos de tanto llorar y la voz un poco ronca.
Daniel le acarició la cabeza con ternura, hablándole con voz suave:
—Está bien, vámonos. Como nos retrasamos hasta ahora, te llevo a cenar.
Isabella asintió, siguiendo al hombre paso a paso, encorvando los hombros y bajando la cabeza, con aspecto humilde de haber sufrido una gran injusticia.
Daniel la vio con el rabillo del ojo, y verla en ese estado también lo hizo sentir mal.
Este caso era mucho más serio que el anterior, con cargos de secuestro y uso de sustancias prohibidas