Aunque el hombre había dicho eso, Lorenzo en ese momento estaba conteniendo su ira.
¿Rufino, ese sin vista, creía que su vida era demasiado cómoda? Él ni siquiera había ido a ajustarle cuentas, pero el tipo se había acercado por iniciativa propia.
Solo que ahora lo importante era resolver el malentendido de Daniel hacia él, que viera la verdadera cara de Isabella. Rufino lo manejaría después.
Lorenzo una vez más le pidió a Aurelio que echara a la persona, con cierta ira. Aurelio fue a hacer la llamada para responder.
En ese momento, en la puerta de la oficina de asistentes:
—Disculpe Rufino, el señor Cárdenas ahora está ocupado y no puede atenderlo. Venga más tarde —dijo el asistente menor.
Rufino miró hacia la oficina del presidente al final del pasillo y preguntó: —¿Dónde está el señor Cárdenas ahora? Tal vez pueda esperar.
—En la oficina, Aurelio también está ahí. No dijo cuándo estaría disponible el señor Cárdenas. Si está ocupado, puede dejar los documentos aquí y yo se los entreg