Si los testimonios de los paparazzi se podían falsificar, en la vigilancia Isabella había abierto la estufa de gas de la cocina a medianoche...
—No mentí, ¿verdad? Será mejor que no te ciegues por el afecto familiar y pierdas la capacidad de distinguir el bien del mal —dijo Lorenzo con desdén.
Daniel levantó la cabeza para mirarlo, con ojos fríos y severos.
Aurelio, temiendo que volvieran a pelear, se acercó nervioso para "explicar":
—Señor Acosta, nuestro señor Cárdenas no quiso decir eso, él quiere que usted vea las cosas de manera integral...
—¡Eso es exactamente lo que quise decir! —dijo Lorenzo directamente.
Aurelio: ...¡Dios! ¡Señor Cárdenas! ¡No eche más leña al fuego!
—Daniel, te he dado suficiente respeto. Mi asistente te invitó tres y cuatro veces y tú rechazaste, yo personalmente te llamé, y cuando subiste no me enojé contigo —Lorenzo miró directamente a los ojos del hombre.
—Al contrario, fuiste tú quien creyó las palabras de un solo lado de Isabella, me insultaste de maner