Ella sabía que esas pequeñas "heridas" no merecían tal nombre, así que fue hacia Marisela y le subió la manga de la camisa.
—¿Ves? ¡El brazo de Marisela estará morado mañana! —exclamó Celeste.
Ulises observó a la joven que su hermana le mostraba.
En su brazo delgado y blanco había varias marcas evidentes, claramente causadas por un fuerte agarre. Sus cejas se fruncieron imperceptiblemente.
Sintiéndose incómoda bajo su mirada, Marisela bajó rápidamente la manga.
Pero apenas lo hizo, Celeste volvió a levantársela mientras se dirigía a los policías:
—Miren estas heridas. ¿Les parece que esa mujer solo quería hablar tranquilamente con ella?
—Si solo quería conversar, ¿por qué la agarró así?
Los oficiales miraban el brazo de la víctima cuando la voz de Ulises resonó con frialdad:
—Mi hermana y su amiga fueron atacadas por criminales. Espero que su departamento tome este caso con seriedad y no permita que queden impunes.
El oficial lo miró. El hombre tenía una presencia imponente, y su expre