—Señor Cárdenas, qué fracasado eres como persona. Dices que no estás divorciado, pero ni siquiera sabes dónde vive tu esposa. Es realmente risible —comentó con veneno antes de colgar rápida y eficientemente.
Lorenzo apretó el puño, deseando golpearlo, pero ni siquiera pudo insultarlo; la llamada había terminado.
—¡Maldito Ulises! ¡No te olvidaré! —masculló Lorenzo furioso, lanzando nuevamente el teléfono.
—¡Eres igual que tu hermana, los dos son basura!
Después de desahogarse, agarró el volante con ambas manos, mirando fijamente la oscuridad de la noche.
No supo cuánto tiempo pasó hasta que se calmó lo suficiente para conducir de regreso.
Al menos Marisela no había ido con Celeste a ningún club nocturno ni contratado modelos masculinos, sino que estaba en casa.
Era su único consuelo.
Mientras tanto, fuera del complejo Los Jardines de Sol.
El Bentley negro se alejó. Ulises había asignado a alguien para vigilar, pero no por Lorenzo, sino por su hermana imprudente.
Desde pequeño la había