Lorenzo azotó la puerta con fuerza y se dirigió a la cocina, mirando la comida que había traído. Le pareció ridículo y, furioso, la arrojó toda a la basura.
Sacó su teléfono y marcó tres veces, pero nadie contestó. Estaba a punto de enfurecerse cuando recordó que el celular de Marisela estaba descompuesto.
Lorenzo dejó de intentar, con una expresión fría en el rostro, y regresó a la habitación principal para ducharse y prepararse para dormir.
—Que se vaya al diablo, si se muere no es mi problema.
A las dos de la madrugada, en la cama.
Lorenzo despertó por las náuseas que sentía. Con los ojos llenos de ira y una actitud agresiva, dijo instintivamente:
—Marisela, la sopa para la resaca...
Miró hacia la puerta entreabierta de la habitación, que seguía en la misma posición desde que la azotó. Lorenzo apretó los puños y fue a buscar medicina para el estómago, irritado.
La carne asada de la cena había sido demasiado grasosa. No había comido mucho y además bebió cerveza, ahora estaba sintiend