Capítulo 10
Al llegar al hospital, el médico, al ver sus heridas, le reprochó que no cuidara su cuerpo —las ampollas estaban todas reventadas, y una infección no sería cosa menor.

Marisela bajó la mirada sin decir nada, observando sus pies rojizos y llenos de heridas.

No era que no se cuidara, es que...

Había alguien que no pensaba dejarla en paz.

El médico siguió examinando y descubrió que la joven tenía también moretones graves en la zona lumbar y el coxis, heridas en los brazos, los ojos hinchados de tanto llorar, y permanecía en silencio todo el tiempo sin nadie que la acompañara. Esto le hizo sospechar algo y dijo:

—Le haremos una radiografía de la espalda baja y la ingresaremos. Mejor no vuelva a casa por ahora.

—Gracias, doctor —respondió Marisela con voz ronca.

Las enfermeras la ayudaron con el ingreso. Marisela no podía acostarse, solo podía estar boca abajo con una almohada elevando sus pantorrillas para evitar que tocaran las heridas del empeine.

La enfermera terminó de aplicarle la med
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