¿Cómo podía Marisela buscar a otro hombre? ¡¿Cómo podía?!¿No se suponía que ella lo amaba? Incluso si quería darle celos, ya lo había logrado. ¿Por qué no regresaba de una vez?
¿Hasta cuándo iba a continuar con esta farsa?
Los ojos de Lorenzo estaban inyectados de sangre, sus dedos entrelazados tan fuertemente que los nudillos se habían puesto blancos.
En ese momento entró Aurelio y vio que el señor Cárdenas no estaba trabajando, solo miraba furiosamente la pantalla. Antes de que pudiera hablar, escuchó a Lorenzo murmurar con duda:
—Yo nunca firmé nada. ¿De dónde salió ese documento?
—Aurelio, ¿crees que Marisela falsificó mi firma? A veces llevaba documentos a casa, ¡seguro vio mi firma!
Aurelio observó cómo seguía negando los hechos e intentaba convencerse a sí mismo de que el documento no existía. Suspiró:
—Señor Cárdenas, puedo confirmar que esa es genuinamente su firma. La señora y usted tienen estilos caligráficos diferentes.
—¡No! ¡Es imposible! ¡Ni siquiera vi ese documento! —g