Sin pensar demasiado, lo contestó: —Lorenzo, ¿qué pasa ahora? —preguntó, asumiendo que era él al otro lado de la línea.
—Celeste, soy yo —La voz que le respondió no era la de Lorenzo, sino la de Viviana.
Celeste se detuvo en seco, sorprendida. —¿Qué sucede, Viviana? —inquirió, curiosa por la razón de su llamada.
—Ayer participé en un concurso de pintura en la escuela y gané un premio. Quisiera regalarte la pintura, ¿te vendría bien encontrarnos? —La timidez en la voz de Viviana hizo que Celeste sintiera la necesidad de aceptar, aunque su día ya estaba bastante ocupado.
—Está bien, envíame la dirección y en un rato estaré allí —contestó.
—¡Gracias! Te espero —Viviana sonó entusiasmada antes de colgar.
Poco después, Viviana le envió la ubicación de una cafetería cercana.
Celeste revisó el mensaje y decidió que era buen momento para retirarse del evento; ya habían cumplido con la mayor parte de su compromiso social.
Mientras caminaba hacia la puerta de la mansión, envió un mensaje rápido