Celeste debía permanecer unos días en el hospital para observación.
Después de aclarar las cosas entre ellos, la atmósfera se había vuelto dulce y ligera.
Por la mañana, Lorenzo la sostenía en sus brazos mientras ambos estaban en la cama. Él, con el celular en la mano, revisaba catálogos de autos deportivos; Celeste, por su parte, veía la televisión y enviaba mensajes a Melodía.
Melodía: [¡Casi me muero del susto! ¡Recién me entero de que estabas en ese auto que cayó al río! Tú no sabes nadar, ¿cómo lograste salir?]
Melodía había estado ocupada grabando un programa en los últimos días y recién hoy había visto la noticia sobre un auto que cayó al río.
La noticia decía que el señor Lorenzo había ordenado una búsqueda masiva en el río, y al preguntarle a Enrique, se enteró de que los involucrados eran Celeste y Samuel.
Celeste le explicó que Lorenzo le había enseñado a nadar y le contó lo que había pasado.
Melodía: [Esta vez tienes que agradecerle a Lorenzo como se debe, de verdad es tu á